Arya jadeo, cansada de correr. El malvado pájaro que se llevo su cinta del pelo entró en una casa, como burlándose de ella. Con un bufido, y la falda arremangada hasta los muslos, ni corta ni perezosa había optado por perseguir al ave, con la esperanza de recuperarla. A ver, era normal: esa cinta azul era su preferida. Merecía la pena la carrera y el ejercicio. Lo que quizás ya no merecía tanto la pena era entrar en la casa.... tenía un aspecto horripilante, como poco.
Con un suspiro, se animo a entrar... ella no era una cobarde...casi nunca. Si había un buen caballero dispuesto a rescatarla, entonces le daba miedo hasta el viento. Como poco. Abrió la puerta con un seco crujido, y entró en la casa. Todo era polvo, suciedad, y unas inquietantes grietas por doquier. Reprimiendo un escalofrío, Arya busco al pájaro, que se colo por una puerta entreabierta, y dejo caer su lazo. Triunfal, se apresuró a recogerlo.
No bien tenía su lazo en la mano, Arya escuchó un ruido. Agudizo el oído, y frunció levemente el ceño.
-¿Quién hay ahí? - inquirió, en voz alta. Como dama en apuros, valía más bien poco.