Buscándote

Anduve durante horas, mi barriga rugía como un león enfurecido, y usagi-kun estaba muy sucio, ah! usagi-kun es mi peluche.Aquel que no me abandonó nunca.

El motivo de mi viaje, mi arduo viaje, era el encontrar a mi persona favorita.Bueno, a la única persona que pude ver en mi exilio.Ella era...mi hermanastra, mi onee-sama.Sí, buscaba a mi hermana mayor, pero no la encontraba por ningún lado y estaba a punto de desfallecer.

-ONEE-SAMAAAAA.-gritaba por doquier, esperanzado en encontrarla aunque fuese con mi poder, debía encontrarla...y rápido, tengo hambre.-ONEEEE-SAMAAAAAAAA.-grité nuevamente, y unas pequeñas lagrimas abandonaron mis ojos como frías dagas para incrustarse en mi pecho.

-NO SEAS MALA Y JUEGO CON HONEY-KUN.-grité, protestando, pues me había dejado solo por mucho tiempo.Lloraba a la par que gritaba, por eso pensé que la lengua se me había trabado.

Desde esa mañana no me sentia especialmente cómoda. Había algo en el ambiente, muy leve, muy tenue, que me desconcentraba de mi tarea. Y venía del País de las Pesadillas. Con lo cual, abandono el mundo humano, para regresar a mi tierra natal. No escojo un destino fijo, sino que dejo que la sensación que me acompaña, me guie.

Acabo en los jardines de palacio. Y nada más posar los pies en la tierra, se me corta el aire de un golpe, es un poder tremendo el que siento, y no es ni Lulu ni Shay. Es Marzo. Mi pequeño. Me está llamando a gritos, llorando. Corro como no he corrido en años, siguiendo el sonido de su voz, mientras me llama mala protestando, perdido, solo y llorando.

Lo veo por la espalda, tan pequeño como la última vez que lo ví. Se me parte el alma, con su pequeño usagi-kun sucio cogido contra sí. No me puedo frenar con la carrera que llevo, y mientras comienzo a llorar yo también, me lanzo de rodillas a la tierra, resbalando sobre ellas para atrapar entre mis brazos al pequeño trocito de cielo.

- Honey, Honey, estoy aquí, jugaré, jugaré contigo-. Murmuro llorando, abrazandole por la espalda, apretandole contra mi con delicadeza. Me importa una mierda haberme raspado las rodillas y que duela y escueza, más me duele el corazón-. No llores, no llores que lloro yo también.

Mientras seguía gritando y llorando como el niño chico que aún era, pero en un instante, un único instante una puñalada atravesó mi corazón, estaba allí..onee-sama estaba allí, la sentía.Cuando sentí unos brazos oprimiéndome y un olor a sangre asqueroso, me di la vuelta, gritando.

-TÚ QUIEN ERES!?.-enfadado, porque alguien que olía a sangre me estaba abrazando por la espalda.Hasta que sentí su presencia, era ella, esta mujer era mi onee-sama.Su presencia me lo decía todo y nunca me había fallado mis instintos.Con lágrimas aún en los ojos y que aún brotaban más, sonreí, feliz.-ONEEEE-SAMAAAAA.-grité, abrazándola, aunque no sabía por qué mi onee-sama se había transformado en esta mujer.

La miré detenidamente de arriba a abajo, con asco, para acabar gritándole.-BRUJA!, no es justo.Si tu creces yo también quiero creceeeeer >_< hazme mayooooor.-protestaba y reclamaba, pues teníamos la misma edad, aunque pensándolo bien.-¿Cuantos años tenemos?.-pregunté, un poco sorprendido por siquiera saber mi edad.Aunque tantos años en ese maldito castillo como jaula, normal.Ni siquiera sabía qué día era.

-Ah!! el motivo por el cual estoy aquí onee-sama...es...es...-las lágrimas brotaron nuevamente.-ojii-san (mi tío, tu padre) está muerto.-aclaré.-Y como nadie excepto él sabía de mi existencia allí pude irme sin ser visto.-seguí diciendo, con las lágrimas saliendo aún.

Hice un amago de pucheros cuando me dejó claro que no podía hacerme crecer.¿Es que no tenía el mismo derecho que ella a crecer o que?¿Es que el cautiverio no fue suficiente?

-Pero...nee-sama...pero...es que yo de verdad quería estar contigo, por eso...salí de allí.-aclaré, dejando caer las últimas de mis lágrimas cálidas.-Estoy bien, usagi-kun me cuidaba mucho mejor que oji-san >3<.-solté, agarrando fuertemente el peluche, mientras dejaba salir mis pequeñas orejitas, aunque habían crecido bastante.Pero no mi cola.

-Llevo una eternidad buscándote...¿por qué nunca viniste a mi? ¿Es que no oíste mis plegarias, mis lloros, mis gritos, es que no me querías oír?.-pregunté, mirándola, con cara de pena.Como si mil perritos se hubieran suicidado a la vez.

Dejé de agarrar al conejito para acariciar las largas orejas de mi hermana mayor, aunque eso no era del todo cierto.No era mi hermana verdadera ni entera.-Estos años....de pena.-susurré, dejando de acariciarle.

-Me he pasado la vida en una jaula de cristal en la que tu padre no me dejaba apenas respirar.-solté, maduro, como el que más.

Su pucherito, como siempre, casi me derrite el corazón y me hace saltar para darle lo que desea. Pero no puedo, de verdad que no puedo. Soy la única que cruza de una dimensión a otra, y no puedo llevarle al mundo de los humanos, imposible.

Cuando cogió fuertemente entre sus brazos al pequeño y ahora sucio peluche de usagi-kun y le brotaron las orejitas en la cabecina, no me resistí, y volví a acunarlo contra mi pecho con dulzura, besandole la frente con ganas, repetidas veces.

- Sí que te oía, amor, oigo a todo el que me llame, pero... Me peleé con oji-san cuando me vió que crecía, y me prohibió volver a verte... Yo... -. Me duele pensar que mi padre ha muerto, al fin y al cabo sigue siendo mi padre... O lo era-. Perdóname por favor, lindura de mi corazón, perdóname, no lo hice a propósito...

Inclino la cabeza un poco para que le resulte más cómodo acariciarme las orejas, y sonrio de cosquillitas, moviendo y jugando con mis orejas y sus caricias, a veces evitandole, a veces buscando roces y mimos.

- Ahora eres libre, yo cuidaré de tí. Una hermana mayor siempre cuida de sus hermanos menores. Te daré dulces, bañaremos juntos a usagi-kun, y viviremos juntos en el prado de la coneja. Y cuidaré de que el malvado de Shaytan no te pille, tampoco-. Suspiré, apenada. Era una lástima que se hubiera liberado en un momento tan caótico y peligroso, sin Alicia, y con un tirano.

Me estaba tranquilizando, y mucho.Pero no podía explicarme el por qué ella nunca había venido en mi ayuda, ni cuando le hablaba ni cuando le gritaba.Mi corazón dio un vuelco cuando fui achuchado de tal manera, dejando caer más lágrimas por mis rosadas mejillas.

Me dolían ya los ojos de tanto llorar y esa sensación tan amarga y el escozor en los ojos no era para nada agradable.Era más bien una gran molestia pero algo evitaba que mis lágrimas cesaran nuevamente.Seguramente el sentimiento llamado soledad que había acabado y me había dado paso a la felicidad.

-Pues agudiza mejor tus orejas.-rechisté, mientras le tiraba de una de ellas, sacando la lengua.Se podía interpretar que era una broma, o esa era la intención.-Te perdono, te perdono de esto y de todo lo que me hagas ... menos el hecho de que seas una nena grande y yo aún soy así.-reclamé.

Hice desaparecer mis orejas nuevamente.No me hacía mucha ilusión el enseñar mi estado semi-conejil, pues sólo era capaz de enseñar hasta ahí, solo orejas y rabo...no sería capaz de nada más.Lo malo de ser un hijo bastardo.

-Cuida de mí, muy bien.Pero no quiero vivir encerrado, no más...o por lo menos, no encerrado y sólo.Si me vas a llevar a algún lado, que sea a algún lado que cualquiera pueda entrar y que no esté solo.-expliqué, separándome de ella, y empecé a andar en círculos a su alrededor.Observando con recelo lo mayor que se había hecho.

Todo iba bien por el momento o eso pensaba, pero no era así.Había una esencia en el ambiente, como un hedor que me llamaba la atención.Era un alma, estaba seguro.Un alma estaba revoloteando por ahí, olía estupendamente.Puesto que sólo yo puedo sentir, oler, tocar e incluso comer almas a mi antojo (offrol:en este paquete podemos incluir a otras personas de las que Honey no conoce, estilo shaytan o algo así) y esa alma lucía deliciosa.

La miré con las babas saliendo de mis labios (?) y alargué la mano, haciendo que desde las puntas de mis dedos aparecieran una especie de cables o hilos, semitransparentes casi invisibles, que se acercaban al alma.Rodeándola y atrayéndola hacia mí.

Parece calmarse y dejar de llorar, con lo cual, tengo que agradecer al cielo o a lo que sea que le ha hecho dejar de estar tan tristemente apenado. Rio con suavidad cuando me rechista regañandome, dandome un pequeño tirón de una de mis orejas. Normalmente me hubiese quejado, porque esas cosas me duelen, pero es Marzo y no me importa, soy feliz de tenerle de nuevo a mi lado.

Suspiro sin hacer ningún comentario al hecho de que ahora soy una "nena grande". No tiene él ni idea de lo muy verdad que es eso. Demasiado. Ojalá pudiera volver a ser esa niña pequeña e inocente, pero... En fin, es mi vida, es lo que me ha tocado vivir, y supongo que todo lo que he sufrido es lo que me ha hecho convertirme en lo que soy ahora. Hace desaparecer las orejitas, y me contento entonces con acariciarle suavemente el rubio cabello, mirandole sin terminar de creemre que estuviera a mi lado.

- Nada de vivir encerrado, palabra-. Prometo, mano alzada, cuando él se separa de mi para dar vueltas a mi alrededor inspeccionandome atentamente. Yo me dejo, total, qué más dará.

Pero poco tardó en distraerse. Frunzo el ceño, esa cara golosa me la conozco demasiado bien, sólo la pone cuando ve un alma especialmente deliciosa, y no me gusta del todo que se ponga a comer almas que no sabemos de dónde han salido o si son tóxicas, o similar.

Apenas puedo ver los hilos sedosamente telañarescos que lanza al alma para atraparla y atraerla a sí, pero sé que se la quiere comer.

- Oye,... Honey, no me gusta que te comas almas que no sabemos ni de quién son ni de donde vienen-. Aventuro, lentamente, sin estar muy segura del todo.

Me la comí, haciendo caso omiso a la advertencia de mi hermana mayor, o lo que fuese ya ¬¬...La miré de reojos, con una parte sobresaliendo de la boca aún.

-¡Pero si están muy buenas! Además, es lo único, aparte de los dulces que preparaba tu padre, que podía comer.-dije, dándome qué pensar.

-¿Por qué no puedo comer comida normal pero, sin embargo, puedo comer la comida que me daba tu padre y las almas?.-pregunté, acordándome que sólo yo comía almas de donde ambos veníamos.Con miedo, sonreí, para mis adentros, pensado que quizás yo fuese malo o ...

Me asusté muchúisimo al pensar que podía ser el malo malísimo como en todas esas historias que leíamos de pequeños.Me dirigía a ella con mucha velocidad, extrema velocidad, para acabar tropezándome y dándome un canto en los dientes, mirando la silueta de mi hermana frente a mi.

-Wtf....-susurré, aún no sabía que significaba esa palabra, pero una de esas almas me dijo eso cuando la atrapé.

Y a pesar de todo, va y se la come. Madre del señor. Esto no es nuestra casa, aquí vagan todo tipo de almas, y me preocupa que puedan influir negativamente en él. Y más ahora, que parece que está a mi cargo. Ante su argumento simplemente me cruzo de brazos, con el ceño fruncido, gesto inusual en mi bello caucásico rostro.

- Porque no eres un conejito normal, Honey.- Me tengo que tragar mi miedo, porque bastante miedo leo en su rostro ya. Me siento en el suelo con naturalidad, cruzando mis largas piernas como un indio. Era inevitable que esos pensamientos asaltasen a mi pequeño hermanito, y me tocaba a mi ayudarle-. Cielo, esa boca.

Le recojo del suelo y le acuno en mi regazo, besándole la frente como se la he besado cientos de veces, como se la besaré cientos más. Le aprieto contra mi, le he echado mucho de menos. Miro sus dulces ojos, acariciandole una mejilla, pensando en cómo tratar de decírselo.

- No puedes comer comida normal, porque no eres un conejito normal. Eres Marzo. Tu tarea vital consiste en entrañar actividades que los demás no podemos. Ni siquiera yo-. Murmuro, suave y lentamente. Realmente no sé lidiar con él, pero me parece tan adorable siempre, que...-. Y no es tiempo de que descubras el qué. Así que no preguntes por ahí. No eres malvado, como el Príncipe, pero tampoco tu tarea es agradable.