Perdido...o eso creo. [Priv. Rai&Me]

Caminaba lentamente mirando ambos lados seguidamente, seguramente pensaréis que estoy perdido, y sería lo más lógico, pero...tenéis razón.Estoy perdido, no sé el motivo por el cual estoy en un sitio donde huele tan mal, todo huele a perro mojado.Pero no obtengo una razón de ello.

-¿Dónde se supone que estoy?.-pregunto, en voz alta, pero a mi mismo.Aunque no hubiese nadie allí y...yo no recordara nada de nada, pero qué más dará.Yo quiero saber el porqué estoy aquí, y si puedo encontrar a alguien, pues mucho mejor.

A algunos metros más hacia delante , un olor, un olor muy peculiar capta mi atención.¿De qué se trataba? Perseguí el olor hasta llegar a una cueva, y mi estómago rugió. Exacto, lo habéis adivinado, el olor era a comida. Comida asándose dentro de la cueva...pero, ¿por qué dentro de la cueva? Miré el cielo y pude contemplar como nubes de tormenta estaban a punto de descargar toda su carga sobre el suelo, tan fértil y verde de por aquí.

Antes de llegar a la entrada de la cueva divisé un cartel que decía estas palabras junto a un reloj dibujado "Cacería del lobo, esta cacería empieza desde que las presas acuden al opresor, ten cuidado con todo lo que toques o te lleves a la boca. Atte: una conejita" Me pareció gracioso, pero lo que más me gusto fue el reloj que estaba dibujado, hasta que la aguja se movió, esto hizo a mi corazón pararse por un instante gritando "WTF?" dando un pequeño salto hacia atrás.

Noche de cacería. Envuelto en su mejor capa, salió por los campos en busca de una buena pelea. O bocado. Lo que primero se le plantara. Cuando podía servirse de árboles para avanzar, así hacía. Desde las alturas se divisaba aún mejor las presas y el suelo. Si debía ir por el llano, siempre agazapado. Silencioso como la muerte. Su sonrisa estaba teñida con deseos turbios, y su único ojo buscaba sin descanso un cuello al que lanzarse.

El cielo estaba teñido de tormenta, y no había demasiadas cosas que odiase tanto como mojarse. Cambió entonces la estrategia, y atrapó un par de conejos, hundiéndo las garras en la madriguera, destrozándola. A la conejita no le haría la más mínima gracia, pero, es lo que había. La cueva no fue difícil de encontrar siguiendo el olor de la sensual roedora, y con el techo adecuado para que el humo y el olor a comida escapase hacia afuera.

Encendió el fuego con la yesca de su bolsa, y añadió ramas secas que había colectado no muy lejos de la entrada de la cueva. Se quitó la capa, esperando a que la madera ardiera bien, y preparó a sus dos niñas. Una, calentándose en las brasas. Otra, escondida, muy cerca de él.

Vigilando siempre, despellejó y desangró los conejos en un apartado, preparándolos para ensartarlos en una rama pelada. A esperar. Sí, una trampa con señuelo y todo.

La conejita, que nadie sabe cómo o de qué manera, siempre sabe qué es lo que pasa, apareció por la entrada de la cueva. La saludó con un leve movimiento de cabeza, y ella desapareció. Se preguntó qué demonios habría hecho allá afuera, pero no iba a salir. Iba a cumplir con su papel: un tranquilo minino al calor de la hogera, esperando a que la comida se hiciera. Maulló-bostezó, tumbándose de medio lado, tras el fuego, y contemplando la entrada. ¿Eso que olía, era... otro gato?

Miraba fijamente el cartelito mientras un aroma espectacular inundaba mi paladar (?) ; Comida, cuánto tiempo llevo sin saborear algo o sin dar bocado a lo más mínimo.Espera, cuánto tiempo llevo aquí, en este lugar preguntándome tonterías mientras miraba un cartel.

Cálidas babas brotaban de mi boca, como una lujuriosa sinfonía de placeres. Adentrándome en la cueva, donde el olor era cada vez más intenso y sólo tenía en mente dicho olor, incluso si se podían percibir otros olores...yo no lo haría; Cual conejo adentrándose en su madriguera, agazapado, me acercaba al olor.

Cuando estuve lo suficientemente cerca pude observar de dónde provenía dicho olor.Eran....¿Conejos? abrasándose, atravesados con un palo y despellejados.Un terrible escalofrío recorrió mi espalda al ver dicha imagen. Agobia e inseguridad se unieron, sin nada más, me fijé en aquel...hombre que estaba cocinando.Con miedo.

El miedo se adueñó de mis palabras, dejando salir leves respiraciones profundas y tensas, mientras inconscientemente leves lágrimas asomaban por las cuencas de mis ojos; El miedo era la peor defensa, el ataque más dañino y hacía que todo a mi alrededor se volviese sombrío. No pude evitar el pensar en el cómo había interrumpido la comida de...¡ESPERA! ¡Tiene orejas e incluso cola! ¡Es un gato!, la comida de este gato...gatazo más bien.

-Lo siento...-musité, alejándome lentamente de él.

Finalmente el otro minino se dignó a entrar en la trampa. Las cábalas sobre cómo serían cruzaron por poco tiempo la mente de Rai, dado que pronto le vio. Moreno. Delgado, pero fibrado. Con rostro de princesa, y ojos enormes de color caramelo. Sólamente por el olor tenía la certeza de que era un macho, y eso... Le encantaba. Pero tenía miedo. Estaba acojonado, se le notaba en el mirar y el respirar tenso.

Rai entornó los ojos. Aún no había hecho nada ni de lejos sospechoso. Movió de lado a lado tan sólo la punta de su plateada y enorme cola, antes de reunir las exactas palabras que quería.

- ¿Y por qué, exactamente, estás llorando?-. Murmuró, cortando el aire fríamente, examinándole con su único ojo. Por algún motivo, ello le pareció más llamativo que el "lo siento", apenas concebido en esos labios.

En un arqueado y sensual salto, esquivó la hogera pasando por encima, y aterrizó justo enfrente del desconocido. Descaradamente, le olió aun más de cerca, y sonrió. Era jodidamente joven.

- ¿Posees nombre, babe?

Estaba asustado y se notaba.No podía evitarlo, no sabía nada; No sabía mi nombre, mi lugar de nacimiento, residencia, nada, sólo sabía exactamente lo que un diccionario podría saber. Descuidado, agazapado y alejándome del desconocido. Cuyas palabras inundaron mis oídos produciendo un eco ensordecedor como el rugido de un león.

Descaradamente me olfateó, aunque no le di mucha importancia a tal hecho.Le di mucha más importancia al hecho del nombre, la sonrisa de éste gato y su aspecto. Enigmático. Las lágrimas cesaron lentamente, pues la sensación que enviaba dicha "persona" no era exactamente maldad u odio.

Me intenté relajar para sacar al menos alguna palabra más, que no fuese una disculpa o un grito.-P-Pues...n-no lo sé.-balbuceé con dificultad, mientras mi cola hacía largos y lentos movimientos tras de mi.Este chico me parecía enigmático, pero era como el fuego...que es hermoso, incluso perfecto se podría decir a la vista, pero el fuego infunde un miedo, que es capaz de sabotear el corazón del más grande de los mininos.

Hice el amago de decir un nombre, pero ninguno venía a mi mente, siquiera tenía uno.-¿Nombre?.-pregunté, esquivando el encuentro de nuestras miradas pues ese único ojo suyo lo hacía más...envolvente.Evidentemente no sabría que contestarle aunque quisiera. Frustrante. Llevé mis manos a mi cola con intención de pararla.

No parecía querer colaborar, o eso, o estaba demasiado asustado. Esperó pacientemente, pero eso nunca ha significado estarse quieto, ¿verdad? ~ Se apoyó suavemente en la pared, cortándole la fuga fácil por la entrada. Decía no saber su nombre... Imposible. Podría ser apenas un bebé, pero no era idiota. Y sabía hablar. No era un gato perdido cualquiera.

Comenzó a intrigarle seriamente. Entrecerró el ojo, mientras se dejaba examinar por él. Que le esquivara la mirada lo ponía casi tan enervado como el estar tan cerca de la entrada. Detuvo, antes que nada, la acción que las manos finas y delicadas del chico querían llevar a cabo.

- Esa es mi pregunta. Esa ES ahora mi cola también-. Murmuró, acostumbrado como estaba a tener lo que quería, cuando lo quería. Movió la suya de nuevo tan sólo la punta. Se dió a sí mismo un sólo toque de atención-. No es lugar seguro. Acércate al fuego y come algo.

Desde luego, él no iba a comer esa porquería que todos los humanos comen. Sin preguntarle, le tomó de tan sólo una mano, y lo guió adentro. Con indolencia, se sentó donde estaba antes, medio recostado, y señaló los conejos, uno casi hecho y el otro ligeramente pasado ya.

- ¿Sabes comer?

Tras hacer todo lo posible grandes acciones aparecieron:
1-Tapó mi única vía de escape."Mamón" pensé, mientras lo miraba de reojo, temblando ligeramente por el miedo.

2-Estaba siendo rudo y prepotente, además de decir que mi cola era suya también.No acababa de gustarme la situación.

3-ME ESTABA ARRASTRANDO CUAL SACO DE PATATAS HASTA DONDE QUISO. Así es, me arrastró, para luego dejarme sentado a su lado.Con la única posibilidad viable de comer o no comer.

4-Su pregunta acabó molestándome.Si me preguntaba eso, ¿significaba que no creía que no supiese mi propio nombre?

Tras sentarme, de forma en mi cola saliera entre mis piernas, para así tenerla agarrada. Negué el hecho de que iba a comer pero fue tal el cabreo que tenía ahora mismo que algo me vino a la mente y casi como un instinto me lancé sobre el grandullón casi sin pensármelo.Algunos me llamarían locos, otros no podrían llamarme porque quizás ya estuviese muerto tras tal acción.

Así fue, le mordí.¿Dónde? En la muñeca, hincándole los diente bruscamente, mientras mi cola se erizaba notándose así mi enfado.Mis ojos tornaron a un color ambarino más que naranja. Y así podían observarse mis tatuajes perfectamente pues estaba agarrando su brazo para morderlo.

Lo miré directo a su único ojo, desafiante. No soltaba su brazo e incluso creí notar el sabor de la sangre.

De manera despreocupada, le contempló hacer su siguiente movimiento. No tenía nada mejor que hacer, y parecía que la caza iba a limitarse a esos patéticos conejos. El moreno... ¿Castaño a la luz del fuego? tomó asiento atrapándose la cola. Una de las orejas de Rai se sacudió, reflexionando sobre el cierto dolor que eso podía provocar en un mal movimiento. No comentó nada, empero.

Lo vió lanzarse de lejos, y se limitó a ponerle el brazo por enmedio; con el resultado de que acabó enganchado en su muñeca. Eso le divertió. Mordía fuerte, pero parecía que apenas sabía hablar. Aunque le entendiese. Porque claramente estaba molesto. Le llamaron la atención dos cosas. Sus ojos, color calabaza ahora. Y esos... Tatuajes. ¿Deberían de sonarle?

- El postre viene luego, gatito-. Sacudió el brazo para desquitárselo de encima, sintiendo el primer pinchazo al ser una vena atravesada-. Come primero.

Retiró los conejos del fuego, o acabarían carbonizándose. Los planto, con la grasa goteante aún, en la tierra, y esperó a que el propio minino se sirviese. No le despertaba una atención tan exasperada como para poner como prioridad el colocarle a cuatro patas... Por ahora. Además, no le gustaban huesudos.

Tras lucha de traqueteo sin fin, bueno, no es sin fin pues le solté una vez zarandeó unas cuantas veces y empezó a gotear sangre. Él despreocupado, sólo quitó los conejos del fuego. ¿Esperaba que me comiese eso? Espero que no.

Lo que no llegué a contemplar es el por qué de sus palabras."El postre viene luego" pensé unas cuantas veces nada más soltarlo; Como sospechaba, esperaba que me comiese esos pobre conejos que fueron despellejados y atravesados por un palo por diversión, ya que fruta hay de sobra en estos lares.

Tras darle vueltas a la cabeza me acordé.-¡AH!.-exclamé, moviendo rápidamente las manos hacia la mochila que llevaba a la espalda.Era de un metal un tanto extraño, parecía cuero pero no sabría decir si era cuero de verdad. Saqué de ella dos manzanas y varios frutos rojos que había recolectado antes de llegar a la cueva.

Me llevé una de las manzanas a la boca y cuando me di cuenta, olvidé mi desfachatez.-¿Quieres?.-pregunté mordiendo ferozmente la manzana, se notaba que había hambre. Pero algo en mí se negaba a comer aquel animal; Pena y soledad mezclados fueron a acabar en los ojos del gatito. Sin saber muy bien porqué, se puso a llorar.Quizás fuese por el hecho de que le daba pena los conejos o bien por saber que él será también como el conejo.

Una existencia efímera, sin recuerdos, sin nombre...solo.Me coloqué de una forma en que pudiera abrazar mis piernas mientras me metía los frutos rojos en la boca, tapando mi llanto y lágrimas.Aunque pensándolo mejor, ¿no es esto un poco llamar la atención? Preguntas acechaban mi mente: en torno a mí, en torno al...¿agresivo? gatete y sobre muchísimas más cosas que sería imposible de nombrar.

Finalmente, le soltó. Con lo que Rai pudo recolocarse con tranquilidad sus brazaletes de cuero, contemplándole sin reparo. Pasó de la línea de su cuello a su aristocrática espalda, con impunidad. Apenas sí acertó a entrever qué podía esconder ese trasero. Seguía confuso, tal vez por la situación. Y desorientado. Reprimió un suspiro. No se le daba demasiado bien tratar con bebés.

Ignoró los conejos, tanto o más como el castaño los estaba ignorando, y se centró en la mochila de extremada calidad y cara de cojones que traía consigo el bebito. Alzó una ceja, y su cola comenzó a moverse en ondas más amplias, ¿qué tendría allí...? Olía interesante. Echó un vistazo a la entrada, no parecía acudir nadie. Negó suavemente a su ofrecimiento, y continuó sumido en su -momentáneamente- tranquilo silencio.

Y... comenzó a llorar~. Vamos, hombre. ¿Y qué era lo siguiente? ¿Que tuviera que mecerle en brazos? Se incorporó lo justo para cogerle del cuello de la camisa, elevarlo ligeramente para que no arrastrase en el suelo, y colocarlo entre la hogera y sí mismo, a la altura de su estómago. Le soltó, volvió a reclinarse apoyado en su codo, y con la cola, le acarició las mejillas húmedas.


- Y, de nuevo... ¿Por qué lloras?-. Preguntó, ahora sí un tanto más peligrosamente, retirándole toda lágrima que saliera con su esponjosa y suave cola.

Sentí su peluda, esponjosa y suave cola rozar mis mejillas apartando todo resto de lágrimas que allí yacían. No sabía si era por pena o lástima o bien era porque quería hacerlo.Voto por la pena o lástima.

-¿Por qué?.-susurré, cerrando los ojos.Me levanté para sacudirme la ropa, sin saber porqué para dejarme caer sobre él.No fui un movimiento brusco, fue más bien como un amago de aferrarse a lo que estuviera más cerca; Cayendo cada una de las lágrimas sobre el costoso traje del felino mayor.

-¿Por qué?¿Por qué?.-preguntaba una y otra vez.Repitiéndome.-¿Por qué?.-quizás no podía pronunciar otras palabras mientras apretaba con fuerza el pecho del gato.Algún grito ahogado sacudió la cueva, dejando un eco mortal.También se podía oler cómo la lluvia estaba a punto de caer fuera de la cueva.

Me aferré con todas mis fuerzas al único soporte que tenía a mano."¿Por qué?" fueron las únicas palabras que solté durante un rato hasta que me decidí a hablar más de la cuenta.-¿Por qué no recuerdo nada? ¿Por qué cuando abrí mis ojos estaba solo? ¿Por qué no puedo recordar nada de mi pero puedo recordar perfectamente cualquier concepto y acción?¿Por qué?.-gritaba, como cuando a un niño le quitan su caramelo.

No podía parar de llorar, tampoco me explicaba el porqué estaba abrazado a él, pero ahora mismo esa no era la cuestión...pero ¿cuál era la cuestión?

Esta vez sí que sí, en cuanto el minino se dejó caer sobre sí, suspiró cansado sin reparo alguno. En un principio, simplemente permitió que el de los ojos enormes descansase sobre su pecho. Cuando notó que la humedad ba traspasando su cuero, volvió a rodar los ojos en blanco, tomando cartas en el asunto. Tomó la mochila del chiquillo, y la usó como almohada. Con él encima, se tumbó, y le tapó parcialmente entre su capa y la de él.

No paraba de repetirlo una y otra vez. No podía estar actuando. Le dejó gritar y desahogarse todo cuanto necesitara y más, en una muestra inédita de paciencia... ¿cariñosa? hacia un total desconocido. Cuando la lluvia comenzó finalmente a caer y tronar allá afuera, y el minino parecía haber terminado, le tapó la boca para que no gritase mas. Casi con gentileza.

- No tengo tus respuestas. No sé quién puede tenerlas.-. Murmuró, con el tono más calmado que tenía-. Pero, por lógica, puedo decirte algo: Tienes al menos un mínimo de magia en tu cuerpo. Si has despertado aquí, eres fuerte para luchar. Y seas lo que seas, no eres malo, no comes seres vivos.

Con la mano con la que no le tapaba la boca, le acarició lentamente el pelo.

- Y ahora, dejarás de gritar. Ya me has dado suficiente dolor de cabeza. Te voy a destapar la boca, pero como grites una sóla vez más, te despellejo vivo.- Avisó con un tono casi dulce que no cuajaba con la crudeza de sus palabras. Lentamente, cumplió su palabra, y retiró su enguantada mano.- ¿Quieres saber mi nombre?

Parecía comprensivo y mimoso, y eso no me disgustaba en lo absoluto; Me tapó la boca, cariñoso quizás, y comenzó a hablar. No tenia respuestas para mi, lo comprendía.Nadie tenía alguna respuesta que darme a mis preguntas.Pero hubo algo que llamó mi atención: tengo magia.

Magia, mi definición de magia es tan incierta como imposible. Es totalmente imposible que yo tenga algo de magia pero me gustaba la idea.Interesante y maquiabélico quizás.Pero un rayo cruzó mi mente, tenía magia...pero cuál era mi magia.Me centré en sus palabras "magia", "fuerte" y "no eres malo".Para haberse dado cuenta de todo eso, parece ser que es bastante detallista en aquello que miraba y observaba con ahínco.

Ahora quizás lo miraba con otros ojos.Pero todo volvió a ser como antes al escuchar su amenaza.La cual no arrastraba palabras de odio o rencor.Pero...a lo mejor...no era tan malo como yo lo había visto.Aunque eso no lo sabré hasta que lo compruebe con mis propias carnes.

-¿Nombre...?.-pregunté, cayendo en un vacío silencio.Sonreí, sería bueno tener un "amigo" en este mundo.Con la sonrisa más luminosa que había cruzado anteriormente mi rostro...-¡Claro!.-exclamé, ansioso.

Permanecía quieto, sin negar las caricias, y no comenzó a gritar de nuevo cuando se le concedió de nuevo la libertad de hablar. Complacido, Rai crujió su cuello para relajarse, y se acomodó en el suelo un poco mejor, teniendo que soportar parte del peso del cachorro. Le provocaba algo parecido a la misericordia, pero no estaban en territorio exactamente amigable.

- Rai-. Se olvidó de murmurar, con lo que su voz demasiado grave resonó en la cueva. Carraspeó, y suspiró. No quería quedarse demasiado tiempo allí, pero... En fin. Le concedería una oportunidad más, a ver qué tal se le daba al pequeño-. Así me conocen.

Sólo porque no tenía nada mejor que hacer, continuó acariciándole la cabeza, llegando de cuando en cuando a la punta de sus orejitas. Fijamente, mantuvo su único ojo fijo en él, con los vistazos preventivos a la boca de la cueva aparte. Podía bloquearla con magia, pero... Pasaba. Estaba cómodo dentro de lo que cabía. Su media sonrisa surgió ante intempestivas imágenes que le cruzaban la mente. Ay, si lo vieran sus hombres...

Todo parecía tranquilo, sin embargo había algo que no paraba de preocupar al gato mayor y se notaba muchísimo.No paraba de mirar a otros lados, incluyo la puerta.

-Rai...-susurré, levantándome.Limpié mi ropa, mis mejillas e incluso mi boca.-Creo que me voy.-mencioné, dirigiéndome a la puerta.Por mucho que quisiera, no podía estar mucho tiempo con un extraño que sólo sabía gruñir.Estaba...¿triste?.No sabía el porqué pero algo acababa de atravesarme el pecho.

Espera...ERA CIERTO, algo había atravesado mi pecho.¿Una flecha? Todo estaba...borroso.La sangre no paraba de brotar de la herida, intenté en un instante darme la vuelta e intentar llegar a él, cosa que no pude pues me caí al suelo antes de poder hacerlo.Toqué el suelo, frío e incluso húmedo mientras una oscura ceguera inundaba mi vista, dejando sólo un rayo de luz ante mi.

Mi pregunta era...¿voy a morir? ¿sin siquiera saber el por qué? Una lágrima caía desde el ojo.Sin saber el motivo...¿iba a morir? ¿así sin más?.-¿Por qué?.-dije, en un susurro.

No impidió nada. De hecho, en cuanto el minino sin nombre se levantó, eso mismo hizo él, por un lado para permitirle coger la mochila, y por otro, para sacudirse el polvo y la tierra. Un suave silbido le alertó inmediatamente, era una silenciosa y mortífera flecha. Siseó. La flecha se clavó en la pared de roca. Instintivamente, volvió a saltar para colocarse a la entrada de la puerta, blqueando cualquier otro ataque dirigido al bebé.

Ballesta. Muy, muy cerca. No pudo preocuparse por el minino, a pesar de que le había visto caer y comenzar a teñirse de bermellón con un dulce olor. Erizado por completo, bufó cada vez con más fuerza. Le veía con claridad, no por nada era un gato, aunque fuera de noche. Mientras el estúpido intentaba cargar de nuevo su arma, Rai crispó su mano alzándola. Inmediatamente, el concierto completo de todos y cada uno de los huesos del cazador se dejó oir.

El cuerpo incapaz de sostenerse por sí mismo, cayó al suelo entre los gritos de la criatura. Con un simple gesto cortante, le cortó la laringe, para que comenzase a ahogarse en su propia sangre.

Una vez neutralizado el cazador, bloqueó la entrada con una brutal barrera, y giró sobre sus talones para mirar al castaño, que se desangraba. Aún con su mano imbuída en suave aura azul, acarició la herida. La sangre paró, y él permaneció con un hilo de vida.

- Pequeño, vas a morir, si no te salvo. Pero, si te salvo, serás mio. Mi esclavo. Mio, única y exclusivamente. Harás lo que yo diga, dirás lo que yo te ordene.

Todo se iba volviendo más y más oscuro por momentos.¿Quién me hubiera dicho a mi que nada más despertar me tocaba morir? Mi vista borrosa, bien por el hecho de que iba a morir o bien por las lágrimas; Inundando mis cuencas, haciendo que explosiones de sensaciones inundaran mi cuerpo, en sus últimas.

Un último anhelo : recordar.
Un último suspiro : "lo siento".
Un último sentimiento : dolor.

O eso pensaba, pero no fue así [JAJAJAJA] , una serie de imágenes vinieron a mi mente, imágenes que me aturdieron por completo, imágenes que hacían dudar hasta de mis propios sentimientos, imágenes manchadas por sangre.Sangre, sangre en todos lados, mis garras llenas de sangre. Aún no tenía los tatuajes..¿por qué? ¿qué significaban estos tatuajes?

Lo entendía cuando una última imagen, en forma de secuencia, sí, un recuerdo, vino a mi mente.
[RECUERDO ON]
Todo estaba bañado en sangre, incluyéndome a mí.Él único en pié, yo.Aquel que estaba a mis pies, con una mirada de pena y dolor.¿Lo había matado yo? ¿Quién era?
Las preguntas bombardeaban mi cabeza. Haciéndome sentir confuso y mareado.Me arrodillé para contemplar más de cerca a aquella persona. No, no era una persona.Era un gato, uno exactamente igual a mi, excepto por el color de ojos, que tomaban un color azul cielo.Tenía tatuajes alrededor de estos, además de en la frente e incluso las orejas.
"Ya no hay vuelta atrás...sólo tú...puedes...." susurraba entre toses (?) ["cof cof"] agarré su zarpa, para después sentir como cálidas lágrimas caían. "Olvídalo todo..." decía, no entendí el porqué.

Pero tras esas últimas palabras, colocó sus dedos índice y corazón sobre mis manos y al mismo tiempo sus tatuajes desaparecían."Leo...Roswerd...te obligó a olvidar y a...consumirlo"...susurró, dando su último suspiro.Soltó entonces mis manos, con suavidad cayeron sobre el yacente cuerpo.
[RECUERDO OFF]

Tras esto, algo crispó mi cola, ya no era el dolor de haber sido atravesado por una flecha.El dolor del sentimiento que estaba teniendo.¿Quién era aquella persona tan parecida a mi? Y...¿Cómo me nombró? Leo...Leo...¿es este mi nombre?

Mi mente se nublaba mientras pensaba en aquello que acababa de ver.Pero algo llamó mi atención.Sí, fue Rai, con una ruidosa voz dijo que podía salvarme, pero a cambio debía ser su sirviente, no me hacía gracia esa parte del trato...pero...¿cómo iba a morir ahora que empezaba a averiguar de mi pasado?

Llorando aún agarré la chaqueta del felino mayor, como si de un último suspiro se tratara para decir "no...quiero morir..." y "Por favor....n-cof-no dejes que me...cons...u...ma" susurré, soltándolo.Mi fuerza se acababa de ir por completo.Sentía pesado el cuerpo y mis ojos se cerraban.

Bailaba entre la muerte, la conciencia y la inconsciencia. Se veía en sus ojos, que no brillaban, pero tampoco esstaban opacos. Parecía retraído. Así que, se acuclilló a su lado. No lo tocaría, no hasta obtener la respuesta que quería. Esa cola, con esos movimientos tan amplios, ya era suya. Ahora sólo restaba el resto de él, y sabía de antemano que lo tendría.

Le iba a manchar de sangre, pero se lo permitió. Notó su agarre, con las últimas fuerzas que el gato tenía de su primera vida. Realmente era un bebé, no era justicia alguna dejarlo morir para que volviera a renacer. Morir para nacer era su propia peor pesadilla.

- Bien... Easy, babe...-. Acarició su pelo suavemente, sacando una daga de su cinturón de cuero. Con su filo, rápidamente, dibujó símbolos concatenados que hacían medio arco, rodeando el punto allá a donde cayó desplomado-. Si sanguis generis es fratrem. Unum fratrem, et obierit, cimiterio plena est fortis. Septem animas habere cati, septem conservat, septem, non sex. Redite ad formam curare et sanare. Fortunam deosque testor magna.

La sangre dejó de manar, al mismo tiempo que a Rai le invadía un zumbido constante en la parte de atrás de su cerebro. Respiró hondo, mientras la sangre derramada comenzaba a sisear y derretía la piedra. Le tomó en brazos consideradamente, tomó su bolsa, e ignoró todo lo demás.

- Más te vale ser un buen esclavo-. Murmuró, cabreado por el complicado conjuro. Chasqueó los dedos, y ambos desaparecieron de allí.

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TEMA CERRADO